Danza Azteca: Viernes de 7 a 8 pm en Santa Isabel Chalma. Amecameca Edo. Mex. y CCHO (mayores informes, enviar correo). Copy Right1980 sextosol© 2005 All Rights Reserved. |
domingo, 24 de abril de 2011
PROGRAMA DE ENSEÑANZA DE LA DANZA AZTECA
LA TRADICIÓN DEL DÍA DE MUERTOS

ESCUELA NORMAL DE AMECAMECA CCHO, UNAM
ESTADO DE MÉXICOPROF. ARMANDO BLANCO P.
OCTUBRE DE 1996
Como se verá en los reportes hemerográficos que a continuación se exponen, una tradición nuestra de cinco mil años de antigüedad, EL DÍA DE MUERTOS, misma que tenía un profundo sentido filosófico que se aprovechaba para educar, para propiciar UNA REFLEXIÓN SOBRE EL SENTIDO Y VALOR DE LA VIDA ANTE EL MISTERIO DE TOPAN MICTLAN (“Lo que está más allá, en la región de los muertos”) desde hace cuatro o cinco lustros sufre una embestida por una tradición superflua, EL HALLOWEEN, propia de pueblos supersticiosos e ignorantes que la crearon para invocar demonios y brujas sólo existentes en su mente oscura.
Para nuestros antepasados no existía la IDEA DE MUERTE que trajeron los europeos (entendida como el fin de todo o el inicio de un terrorífico castigo eterno: de ahí el temor hacia ella). En el México Antiguo se afirmaba por los TLAMATINI (sabios o filósofos) que todo el Universo y la Tierra era generado por, no un dios, sino una FUERZA UNIVERSAL (IPALNEMOUANI en lengua náhuatl o HUNAB KU en maya) que materializaba o “desdoblaba” su esencia para generar cada cosa por lo cual TODO (piedras, montañas, árboles, ríos, flores, animales, insectos y hasta el mismísima hombre) eran conceptuados como SAGRADOS por contener dicha esencia que no teniendo NI FORMA NI PRINCIPIO NI FIN, SINO SIENDO ABSTRACTA Y ETRNA, dicha energía universal no podía ser concebida en los términos europeos de vida-muerte o principio-fin.
Si se quisiera un acercamiento gradual a dicha compresión, habría que salir (“limpiarse”) de los cánones occidentales primero, para posteriormente ESTUDIAR por ejemplo TOISMO, BUDISMO TIBETANO O BUDISMO ZEN, filosofías que si son muy afines a nuestra FILOSOFÍA NÁHUATL (que también habría que estudiar de dos maneras, una la académica en al libro FILOSOFÍA NÁHUATL de don Miguel León-Portilla, editado por la UNAM : y la otra, la practica, donde no hay definiciones pero si ejercicios y un método de enseñanza-aprendizaje no occidental que por lo mismo es muy desconcertante al principio, pero no por ello menos efectivo. Me refiero a los libros de Carlos Castaneda y sobre todo, para empezar, subrayo el de VIAJE A IXTLÁN, ed FCA).
Es en esos textos donde se puede beber el néctar de otra cosmovisión, de otras concepciones sobre el Universo, el hombre, la vida y “el más allá”. Sólo así recuperaremos en su pleno sentido la verdadera tradición del Anáhuac sobre EL DÍA DE MUERTOS, y sólo así la difundiremos sin distorsiones y para EDUCAR, para propiciar una reflexión que nos permita, mientras estemos IN TALTICPAC (“Aquí sobre la Tierra ”), una vida sabia. Este será el mejor antídoto contra la profanación mercantilista del HALLOWEEN, tradición propia de pueblos y personas superfluas e incultas.
IRREPARABLE, EL DAÑO QUE CAUSA EN LOS INFANTES EL HALLOWEEN: PÉREZ BOLDE, HISTORIADOR Y CATEDRÁTICO.
Fernando Belmont
Las tradiciones que durante siglos habían servido para formar una identidad común que permite la supervivencia de la nacionalidad cada día, sistemáticamente van perdiendo terreno como es el caso del Día de Muertos. Podemos asegurar, además, que la gran mayoría de los mexicanos que participan de esta celebración no tienen idea del verdadero significado de su sincretismo.
Lo anterior se desprende de algunas consideraciones hechas a este diario por el historiador, catedrático y uno de los cronistas del estado de Guanajuato, Alfredo Pérez Bolde, en torno a esta celebración, quien aseguró que el daño que causa el halloween, sobre todo en los niños es irreparable.
En primer término esta palabra que significa víspera de todos los santos, se alude al 31 de octubre. Su origen se encuentra en Inglaterra e Irlanda siendo una tradición en la que se invoca a Satanás, entregándose brujos y brujas a la depravación, con los cuerpos desnudos frotándose con el ungüento de las brujas, elaborado con grasa de ahorcado mezclada con belladona y otras substancias, al tiempo que los pobladores de las comarcas hacían máscaras de ciertos frutos para protegerse de los malos espíritus. Para el siglo XIX la tradición se hizo industrial y empezaron a venderse disfraces y calabazas con rostros amenazantes.
Pero la tradición mexicana, según Pérez Bolde “tiene raíces ciertamente mucho más hermosas, realmente es una fiesta que plantea algo que estamos perdiendo, la unidad familiar, unión entre vivos y muertos, que al ser recordados no morirán del todo” Añadió: “Nuestra festividad de muertos tiene dos orígenes, el prehispánico y el español. Los pueblos prehispánicos tuvieron un acendrado culto a los muertos. En si para ellos la muerte era algo no trágico, algo natural que superaba la finalidad del hombre, que tenía solamente la vida para prepararse para la muerte”.
“El culto a los muertos se hacia durante dos meses que eran llamados miccalhuitl o fiesta de los muertos chicos y hueyniccalhuitl, fiesta de los muertos grandes, meses que corresponden en al calendario nuestro a julio y agosto. Al llegar los españoles, portadores de la cultura occidental, introdujeron la práctica católica del dos de noviembre, con un culto de fuerte tradición, iniciada en la prehistoria. Los españoles trajeron a México la costumbre del culto a los muertos, la que al encontrarse con una similar se fundió con ella, sufriendo la autóctona solo pequeñas modificaciones tales como el cambio de fecha de la celebración. La costumbre más generalizada fue la colocación de la ofrenda desde el día primero de noviembre, consistente en ciertos alimentos especiales, ya sea en una mesa o en un altar hecho para tal acto. Hay que hacer notar que en la ofrenda abundan alimentos que se desentierran, como el camote y la jicama que son ocalaqui, que en náhuatl significa enterrado, palabra que también derivo en calaca. Así, el español toma de la ofrenda la esencia de las cosas y los familiares, que han rezado toda la noche, tienen obligación de comer”.

MAESTROS Y ALUMNOS AL RESCATE DE LA TRADICIÓN POPULAR
El maestro debe contribuir a la conservación de ese fascinante mundo de la tradición popular, por lo cual debe ir a su encuentro junto con sus alumnos.
México, DF., noviembre de 1981 numero 8 periódicos “El Maestro”Los días pasados presentaron la oportunidad de conocer las diversas costumbres de nuestro país en relación con el culto de los muertos.
El rescate de nuestra tradición
Algunos niños, motivados por sus maestros, se convirtieron en investigadores o recopiladores y se dieron a la tarea de interrogar a sus familiares y amistades sobre este tema.
Este registro de conocimientos dió lugar a varios ejercicios de redacción, composición, retención o memorización, acerca de las costumbres en los diversos estados de la República sobre la conmemoración a los muertos; narraciones tradicionales, como “el que no quiso poner ofrenda”, refranes y versos:
Estaba la media muerte sentada en un carrizal,
Comiendo tortilla dura para poder engordar.
Asimismo en algunas escuelas se propició la elaboración de periódicos murales, en los que los niños compusieron las famosas y populares calaveras para sus compañeros y maestros.
Una vez conocido al tema, se pasó a las actividades manuales. Para ello, se contó con un amplio campo en nuestras artesanías, ligadas a esta celebración:
· Calaveritas de cartón, de azúcar o de dulce de camote.
· Tumbas de cartón, entierros cuyas figuras llevan cabeza de garbanzo e indumentaria de papel lustre y d china.
· Juguetes y cerámica ritual.
· Candeleros, floreros, jarros, cazuelas, etcétera.
Algunas sugerencias
Para otra ocasión, una actividad interesante sería el realizar una ofrenda de muertos en el salón de clases o en el patio de recreo. Los niños elaborarían las comidas, dulces y bebidas propios de la festividad, y también compartirán y gustarían de éstas, en el momento indicado.
Las actividades artísticas estarían también representadas si los niños se disfrazarán con mascaras y bailarán, como lo hacen los “matachines” del estado de Hidalgo, los “huhuentones” de Oaxaca o los “osos” de Tlaxcala.
Y él teatro podría realizarse imitando las “tumbas vivientes” que se presentan, en Iguala, Cocula, Guerrero, representando el tipo de muerte que tuvieron, o escenas de la vida de Cristo.
Aseguramos que estas actividades serán inolvidables para los niños, y los convertirán en conservadores y trasmisores de nuestra cultura popular tradicional.
¿Qué actividades podríamos organizar para el rescate de otras de nuestras costumbres tradicionales?
El culto a los muertos, una costumbre ancestral
Saide Sesín.
Los orígenes de las grandes civilizaciones que aún persisten en el mundo, como la oriental y la americana, se remontan a los primeros cultos a la muerte. En el Anáhuac, donde el avance de la filosofía, la ciencia y las artes hizo posible una posible una visión de la muerte como la dualidad de la existencia, tenía una aceptación incluso festiva pues al comprender que en la Tierra sólo se anda la mitad del camino, el temor a la muerte se sustituía por un acuerdo con ella. De esta manera, los sacrificios que tanto aterraron a los abuelos de la inquisición, constituían para la cosmovisión mexica una forma de ahorrarle a un buen guerrero el ascenso hacia el quinto cielo, lugar destinado a las ánimas que habían alcanzado la libertad y a los guerreros muertos en batalla, física o espiritual. Como todo lo que perdura en las prácticas de un pueblo a través de la historia es porque tiene un fundamento de verdad, así la particular forma de concebir la muerte que tenemos los mexicanos proviene de un antiguo conocimiento originado por un alto grado de civilización cuyos fundamentos no han sido olvidados por la memoria colectiva. Una de las formas más comunes de guardar y continuar esas herencias es mediante la celebración de rituales, donde se van agregando los nuevos elementos sincréticos del desarrollo cultural. Así vemos aún la misma actitud ante la muerte pero con la integración de símbolos e imágenes cristianas que caracterizan a los altares que se levantan en el interior de las casas por tradición y no por finalidad turística, ni folklórica ni de competencia. El significado es el mismo de antaño. En las ofrendas de comida, incienso, luces, flores está inmersa una concepción de la muerte como algo familiar, susceptible de relacionarse con lo terreno, Ometeotl “dos dios” de la cosmovisión mexica, era el símbolo de la dualidad, el principio u origen de todo movimiento. La muerte y la vida para los mexicas era una misma fuerza con dos caras posibles. Nada puede acabar si no ha comenzado. La vida era continuidad que requería de transformaciones; el nacimiento y la muerte eran particularmente sagrados, pues marcaban los ciclos del continuo devenir.
En la tradición popular se acostumbra anteponer al nombre de pila el epíteto difunto para hablar de alguien ya fallecido: “Al difunto Juan le gustan los tamales de dulce, por eso allí están por todo el altar”. En ese simple modo de tratar la muerte se descubre esa visión antigua de que no están separados irremisiblemente ambos mundos y que los muertos que recordamos estos días “simplemente se nos adelantaron al viaje que todos hemos de hacer”. Entonces esa actitud frívola que los analistas quieren ver en la actitud del pueblo mexicano hacia la muerte no es sino la incomprensión de la vigencia de una forma de pensamiento muy evolucionada que aun se expresa en las prácticas y costumbres populares. Además, un pueblo que se recuerda artista también involucra las artes en la celebración las artes en la celebración de sus tradiciones; por eso confluyen en esta festividad la plástica, la música y la poesía expresadas en la realización de altares, de figuras de azúcar, de textos alusivos, de canciones propicias, de artesanías en cera, madera, papel, semillas. Por eso, aunque Mixquic se llena de turistas y altares comerciales, en los sagrados panteones y en los rincones de las casas está una ofrenda con los elementos y significados legados por la tradición oral a través de las generaciones. Como decía Pellicer: “El mexicano tiene dos obsesiones: el gusto por la muerte y el amor a las flores”.

Por Imelda De León. 08-oct-78
Respecto a la conmemoración de Todos Santos y Fieles Difuntos, en nuestro país tiene mucha importancia ya que es una costumbre que viene desde tiempos prehispánicos.
En algunos lugares adquiere especial relevancia, tal es el caso de Iguala en Guerrero donde instalan tumbas “vivientes”. En un ataúd ponen el retrato del muerto, si en vida le gustaba tomar le ponen vino, si jugaba le ponen en juego de barajas y los alimentos que más le agradaban al difunto. Junto al ataúd una inscripción con todos los datos del fallecido o versos, ofrendas diferentes y adornos con papel picado, plantas y flores. Se cree que las almas de los niños llegan a la noche del 31 de octubre y se van el día primero y las de los adultos del primero al dos.
En la ciudad de Guanajuato el día 1° y 2 se celebra el concurso de dulce de alfeñique propio de estos días.
En Xochihuehuetlan, también Guerrero compran mucha carne para hacer tamales, así como ceras y otros alimentos. El altar lo adornan con papel de china y flores. Van al cementerio el día dos, llevan su ofrenda de alimentos y adornan la sepultura con flores.
En muchos lugares se elaboran cerámica especial para estos días, como en Xalapa, Guerrero que hacen candeleros y sahumerios que no son para vender, sino únicamente para consumo.
Las ofrendas en Tianguistengo, Hidalgo, son notables por sus adornos de papel picado y arcos decorados con cucharilla. Un trabajo de éstos obtuvo un primer lugar en el Concurso Nacional de Arte Popular, obra de la señora Bertha Milo de Espinosa.
Aquí en la ciudad de México y en algunos Estados desafortunadamente se está dando preferencia y divulgación a una festividad de carácter extranjero y mercantil como es el Halloween, en estos días de muertos, en lugar de promover y difundir e incluso revivir tradiciones del pueblo que constituyen parte del pasado cultural e histórico del país. Desgraciadamente muchos profesores colaboran promoviendo en las escuelas el “Halloween”. Por eso nos da gusto que en San Antonio Tecómitl se continué esta tradición y el pueblo se sienta orgulloso de ella. En los hogares se coloca la “ofrenda”, pan especial, frutas, flores, un vaso de agua, sal, incienso, que se pone encima de una mesa adornada con manteles limpios.
El día dos, se adornan sepulcros en el panteón, se hacen figuras sobre éstos con cempasúchil y clamolitos, se quema copal y se encienden velas y veladoras. El jardín se adorna con papel picado. En diferentes lugares se colocan faroles de carrizo y papel de china, frente a las puertas se hacen lumbradas para indicar el camino a los muertos y donde conviven las familias toda la noche. Los niños piden su “calavera” con un chilacayote hueco con ojos y nariz. Los jóvenes juegan al “oso”. Agradecemos esta información al profesor Manuel Garcés vecino de este lugar e interesado en todas estas manifestaciones.
Otro lugar cercano al DF. Que resulta interesante es San Andrés Mixquic, donde hay concurso de calaveras de cartón y faroles alusivos al tema. En las casas se ponen ofrendas y sobre las tumbas. Se hacen velación en el panteón durante la noche.
En Xochimilco y San Gregorio se celebra el baile de la Calavera y el tres se reparten ofrendas entre amistades y familiares.
Las Festividades de Todos los Santos y Fieles Difuntos.
Agradecemos a la Dirección General de Culturas Populares por la elaboración de los artículos que aparecen en esta página.
Una de las celebraciones más importantes de nuestro país es la de Todos los Santos y los Fieles Difuntos. Es producto de la fusión de dos tradiciones culturales, la indígena y la hispana. Todos los pueblos campesinos de México la festejan, ya que coincide con la cosecha del maíz de temporal.
La ofrenda del Día de Muertos.
Además de ser una festividad agrícola, se trata de una celebración eminentemente familiar. Es el tiempo en que las almas de los parientes muertos regresan a las casas a convivir con sus familiares vivos.
Por esta razón, se les colocan las ofrendas, ya sea en los altares familiares o en mesas de uso cotidiano.
En la ofrenda los difuntos encuentran:
· Diversas clases de flores de preferencia cempasúchil y terciopelo.
· Candeleros y sahumadores con copal o incienso.
· Velas y veladoras, una para cada difunto.
· Diferentes alimentos que fueron del gusto de los parientes, como chayotes, elotes y otras frutas.
· Platillos elaborados, entre los que destacan el mole, los tamales, la calabaza en tacha, la pasta de camote, el chocolate, el atole, las gordas de maíz, las tortillas y los “panes de muerto”.
· Vasos con agua, a veces bendita, pues las “ánimas” llegan sedientos por su “viaje a la tierra”.
· Bebidas alcohólicas, ya sea aguardiente de caña, mezcal, pulque, cerveza, tequila. Y si el difunto fumaba, puros y cigarros.
Presencia de los seres queridos.
En los altares familiares la ofrenda está presidida por imágenes de santos y fotografías de los familiares desaparecidos. En el caso de los niños muertos, llamados “angelitos”, se les colocan figuras de azúcar –alfeñiques o calaveras- y juguetitos de diversos materiales.
Al levantarse la ofrenda, el día dos de noviembre, se reparte la comida entre los familiares, compadres y vecinos, principalmente niños. Ello propicia una fuerte convivencia que da cohesión social entre los vivos. Así se refuerzan los lazos familiares y amistosos de los pueblos y ciudades de nuestro país.
Creatividad popular.
Los días primero y dos de noviembre se visitan los panteones, en donde las tumbas son bellamente adornadas con flores y alimentos. En muchos sitios la creatividad popular se manifiesta de manera patente, resaltando tumbas que son verdaderas obras de arte.
Estas son nuestras tradiciones que, con la influencia del (colonialismo cultural) se van perdiendo y se sustituyen por costumbres ajenas a nuestra indiosincracia. Así, tenemos que en muchas escuelas se celebra el Halloween y no el Día de Muertos.

Abren la video-ambientación Del inframundo…
Raymundo Sesma: ofenda a un casi moribundo, la tierra.
Angélica Abelleyra. 7-noviembre-91
Una nueva presencia de carácter efímero ocupa alrededor de mil 200 metros en el ala oriente del vestíbulo del Auditorio Nacional.
Tierra, piedras de río, flores de cempasúchil, aros revestidos de malla metálica y trece monitores que formando una cruz ofrecen la imagen de corazones latiendo, integran la video-ambientación de Raymundo Sesma que lleva por titulo Del inframundo. Iniciación a la tierra, a inaugurarse hoy, a las 19 horas, y con permanencia hasta el 30 de noviembre.
Chiapaneco que desde 1979 radica en Milán, Italia, Sesma presenta en este “reencuentro” con México una instalación que es al mismo tiempo ofrenda, pero no dedicada a los muertos, sino a un casi moribundo: la tierra. Dice el autor:
· Le meto corazón y ojos a la tierra, la humanizo. El sentido es, si se quiere, una denuncia contra el hombre que ha degradado su hábitat en los últimos 40 años, a raíz de la industrialización acelerada.
· Sin embargo esta visión no fatalista porque subrayo la grandiosidad de la naturaleza, su permanencia. Y no es fatalista porque creo que esta es parte de la evolución del hombre y que en los próximos 10 años se afianzara una política de rescate ecológico mediante el reciclaje.
Del inframundo. Iniciación a la tierra no es sólo esta pieza efímera. Para darle permanencia se acompañara de un catálogo con textos de Carlos Monsivais, Eduardo Matos Moctezuma, Eligio Calderón y Homero Aridjis. Se han programado conferencias con escritores, todos los miércoles del mes.

La coordinación general del proyecto es de Isaac Masri, editor que para fines de noviembre espera el nacimiento del libro Festín en el Mictlan, con textos de Eduardo Matos, trabajo grafico de Raymundo Sesna y el rescate de recetas de cocina de Patricia Quintana. Con Festín… dará inicio la empresa Impronta Editores que espera a su vez la salida de varios volúmenes de edición limitada (no más de cien volúmenes) entre ellos Nuevo Mundo, con la participación de Luis Cardoza y Aragón y otros ejemplares con obra de Vicente Rojo, José Luis Cuevas y Alberto Gironella.
Innovador en la técnica de grabado llamada colografía (con la influencia de loa realizado po r el francés Henry Gotees y el estadounidense Kasten). Sesma profundiza sobre la pieza: “Esta obra nació de un sueño, y a raíz de él y de una plática con Matos sobre la iniciación de los guerreros que, antes de ir a la batalla, iban a través del cuerpo de la serpiente para convertirse en dioses, rescato elementos para hablar de la muerte de la tierra y de los guerreros (o sea nosotros) que entramos al vientre se la serpiente para salvarnos.
Así, explica, simboliza a la muerte mediante barcas, nueve barcas de varas pintadas de chapopote, como nueve son los inframundos que significan la travesía del hombre en la historia y al mismo tiempo la fragilidad del ser humano. Luego está el cuerpo de la serpiente, construido de tela de alambre y lámina (100 metros ) que nace del corazón del lobby del Auditorio. Los 16 macetones con árboles preexistentes en el vestíbulo, han sido cubiertos en su parte baja con tezontle, y encuentran sentido porque significa que la serpiente “protege a la naturaleza, lo último que queda”.
Integran además la instalación trece monitores que como imagen presentan un corazón latiente; tres mil manojos de flores de cempasúchil sobre la rampa oriente del Auditorio; copal, ofrendas de maíz, piedras de río… materiales que para Sesma son importantes por su “prosa” individual, es decir su color, textura, grosor que en sí mismos le dan significado al conjunto.

Rafael Croda 03-noviembre-1986
En la madrugada de ayer -día de Todos los Santos- el panteón de Mixquic era unareiteración de salmos y letanias, entonaciones de otros tiempos que se abrían paso entre el olor a copal, tierra recién bañada y luz de cirios y veladoras que iluminaban el camino de las ánimas, para evitar su extravio. Sólo un puñado de devotos quedaba a estas horas en el camposanto, dispersos entre tumbas adornadas con flores ce cempazúchil, nubes y margaritas blancas, para los fieles difuntos, gladiolas, terciopelos, y claveles para los muertos gramdes.
La muerte nace con nosotros, y “viene pegadita”, para el curandero José Santos.
Saide Sesín 2-noviembre 84.
“¿Acaso algo de verdad hablamos aquí?/sólo es un sueño, / sólo nos levantamos de dormir, no para siempre en la tierra, / sólo un poco aquí…
Poesía náhuatl.
La muerte nos alcanza porque nace con nosotros, viene pegadita. Es la calavera que nos sostiene; en un repente nos toca. Porque no nos toca más que cuando nos toca; ni antes ni después. Por eso La Santa Muerte , esa estampa que está primero en este altar, trae en una manita la balanza del equilibrio y con la otra sostiene al mundo. Nosotros los que sabemos un poquito de las herencias dejadas por los antiguos no tememos la muerte porque la conocemos. Sabemos que es inevitable, aquí, a estos suelos, sólo venimos a pasar.
Habla don José Santos mirando con su ojo que no ve; “nublado por un aire cuando salió de la fundición a traer unas tortas. A él no le gusta que lo llamen curandero ni brujo ni yerbero, pero le pone sus altos a la muerte, como dice, curando con sus ciencias y sus manos a muchos enfermos “ya muy por calacas”. Por eso le preguntamos qué es la muerte.
“Del Otro Mundo no sabemos más que no es éste pero que, por lo mismo, ahí debe estar, porque para que haya éste debe haber otro que no sea éste, que sea dualidad. Entonces debe haber una forma de comunicación que de repente se abre en los días propicios como el de Todos los Santos, donde la fuerza de tanta oración y flores teje un camino. Por allí transitan los Difuntos, alumbrándose por las riveras de luces que se las prendemos para que no se desvíen –porque ellos ya no van como nosotros son los de siempre. Se orientan por el aromita de las ofrendas, así van comiendo lo que les pusimos y todos compartimos el sagrado alimento como en el principio, cuando no estaban separados los dos mundos y por eso éramos inmortales. Nosotros los mexicanos de todo el continente-, -como antiguamente éramos- conservamos la creencia de antes por eso no nos espanta la muerte y la festejamos; porque su ceremonia es distinta como se hace aquí que como la hacen los que tienen miedo. Nunca le cantan ni le hacen sus tributos ni le componen figuras de flores. Aquí somos diferentes, le ponemos su incienso y le platicamos, claro que no con palabras porque ya no se acuerdan los difuntos de ellas, sino con cantos y sonajas, con alabados a las ánimas, con cafecito y cigarro.
Yo conocí a un matón que nadie le había puesto la mano encima; debía como cien muertes –reconocidas-, sabia todas las mañas, olía la pólvora de las pistolas desde lejos. Una vez tomándose su cerveza lo vi sombrío. Me dije lo va a tocar Calacas, pero no me figuré que allí mismo. Un compinche suyo al compartir una carcajada lo palmeo por la espalda, quién sabe cómo el empujoncito lo resbaló con unas miadas del suelo y cayó parejito de cabeza en un fierro que lo paró de frente. No se levantó. Entre mi me dije Santísima Muerte, vela por nosotros.
También me ha tocado ver a un niño que me trajeron ya bien el otro lado y lo llamé y vino. Pedí permiso a las ánimas y pregunté a mi Padre Eterno si de veras tan chiquito ya debía irse, porque si su mal era causa de embrujo a lo mejor lo que querían era cebarle el camino por aquí para hacerle el daño a sus padres. Yo lo llame y regresó, vi como se fue rejuntando de nuevo como cuando es de noche y empieza a clarear que se conjuran las luces. Por eso tengo a la Santa Muerte al principio del Altar y más ahora con sus flores y panes porque es su Día, el día que abre las manitas y deja salir a los difuntos; entonces nos recordamos de los tatas, de las ánimas que nos dejaron estas memorias de cómo éramos antes para poder seguir siendo así. Nosotros no olvidamos nuestros deberes para con la Tierra ni el Cielo, por eso los mexicanos de todo el continente hacemos nuestras fiestas como está predicho desde antes: Día de Todos los Santos, Doce de Diciembre, Señor de Chalma; con cantos y bailes y flores y ofrendas retribuimos tantito de lo que del Espíritu eterno tomamos siempre. Nosotros no desconocemos ni somos ingratos; no es que seamos machos con la muerte sino que hemos aprendido que allí esta y para que le sacamos la vuelta. Así somos más concientes de que lo que hacemos aquí en la Tierra es pasajero y que debemos estar zorras para no desperdiciarnos en pendejadas, ni andar exigiendo lo que no va a haber para no defraudarnos. Sólo con la voluntad de contamos y nuestro paso por aquí es para agrandarla y acortar el camino para limpiar las generaciones. Tal vez algún día no necesitemos morir.

Se realizó la ceremonia anual del Día de Muertos
Los antepasados comieron el aroma de las ofrendas y nosotros la pulpa, dice el rito de los concheros
Saide Sesín 3 de noviembre de 1982
Esta noche, a la luz de un camino de velas, nuestros antepasados discurrieron por esta dimensión; se enlazaron ambos mundos. Este, del que no se sale sino muriendo, y aquel otro, del cual lo único que se sabe es que no es éste. Mediante el rito se traspasa el umbral de lo cotidiano, particular, para unirse a lo universal intemporal. Allí donde todos somos uno. Es el eterno investigar del pueblo.
El rito se celebra anualmente desde tiempos prehispánicos por las comunidades de danzantes Concheros en cualquier lugar donde pueda tenderse un altar y poner ofrendas, a los muertos, lo que este año sucedió en un domicilio particular de Contreras.
La práctica de estos ritos no es un divertimento público realizado por fanáticos, sino que revela una filosofía sustentada en los conocimientos más antiguos de los tlamatiliztli nahuas (tla: cosa y matiliztli: sustancia). Los rituales (única manera de manifestarla) representan la circulación de los principios opuestos y complementarios por ello sólo mediante símbolos la imagen, logra establecerse un contacto con una realidad imposible de alcanzar sobre el plano de una existencia particular.
Así fue como nuestros antepasados fueron a “comer el aroma de las ofrendas”, mientras que nosotros la pulpa. Un camino de flores de cempasúchil desemboca en la imagen del Ánima Sola, la que representa al “que no tiene a nadie, al que muere sin compañía, al desamparado, al desposeído, al espíritu anónimo de los verdaderos héroes, los que están presos, enfermos, heridos, todo representado con la imagen de una doncella librándose de unas cadenas mientras alza su mano, como si se le tendiera al que la mira, y dejando al infierno atrás. “El símbolo es un instrumento autónomo de conocimiento” (Mircea Elaide).
Traspasar con el rito toda particularidad para guiarnos hacia aquello que no es común. Las sociedades subsisten en la medida en que, mediante el rito, se torna real un estado de conciencia colectiva.
Flanquean la imagen del Ánima Sola dos ofrendas de flores y detrás, las fotografías de “quienes nos dejaron estos humildes recuerdos, estas sagradas obligaciones de recordar sus enseñanzas (que son orales y la única forma de continuarlas es practicándolas”, como dijera el portador de esta palabra dejada por sus antepasados quien sabe desde cuándo, Ernesto Ortiz “La memoria colectiva es histórica”.
Circundan el altar –especialmente dispuesto para esta noche- otras imágenes sagradas, como la del Niño de Atocha (el eterno peregrino, la eterna inocencia),la Virgen de la Salud (renovación, Tierra) y la virgen e la nación, Nuestra Señora de Guadalupe. Mientras las ceras tejen figuras luminosas, un circulo de danzantes –que esta noche no danzan- cantan tocando sus conchas de armadillo (imitación americana del laúd) como si bordaran con hilos de plata. Los niños llevan el ritmo con teponaztles, sonajas, caparazones de tortuga. Esta noche todos estamos en vela, estamos haciendo un puente entre el tiempo y el espacio, “proyectados en el gran tiempo en una estancia paradójica que no puede mensurarse porque no esta constituido por una duración”, dijera Eliade. Esta noche se enlazan espasmo y latido, entonces se abre el umbral del Mictlan. Nuestros seres queridos están presentes, porque nuestra memoria los produce.
Mientras cantan las alabanzas –algunas no pueden ocultar su origen de canto hondo- cuatro mujeres tienden una ofrenda de flores en el piso, que parte de un centro de pétalos con una veladora púrpura en medio. Es una estrella que señala que señala los cuatro vientos, norte, sur, este, oeste; el agua, viento, tierra, fuego, las cuatro deidades y un solo centro.
Símbolos que han atravesado la historia y las culturas, que son comunes a la humanidad, porque son un lenguaje.
El rito más antiguo es el relacionado con la muerte y siempre se le ha considerado como otra etapa. El final no es posible en un movimiento cíclico. Todo lo que existe está condenado a existir bajo diferentes formas.
Al pie del altar, está el Santísimo Sacramento la sustancia, lo que nos alimenta. Pan, una conchita con sal, agua. Un plato de lo que se coma esa noche, tortillas, café, dulce. Es día de fiesta. Vibran los adornos de papel, las luces, el humo del copal. Dos caracoles llaman a los que ya se han ido “¿A dónde iremos?” “¿Acaso se vive de verdad en la Tierra ?”… sólo un poco aquí. Aunque sea de jade se quiebra, aunque sea de oro se rompe, aunque sea de pluma de quetzal se desgarra. No para siempre en la Tierra ; solo un poco aquí…



v 1 y 2 de noviembre: se prepara el “regreso” a casa de los difuntos en un rito en el que se combina el temor con el respeto.
v Flores de cempasúchil, tamales, comida, fruta, bebidas, incienso, para dar la bienvenida a los familiares que han fallecido.
v Los conquistadores españoles también veneraban a sus muertos, por lo que a través de los siglos ambas costumbres se fundieron.
El olor del copal y flor de cempasúchil es redescubierto anualmente en dos días claves en la idiosincrasia de los mexicanos: 1 y 2 de noviembre “Día de muertos”; fechas en las que renace el culto de raíces prehispánicas, en el que se prepara el “regreso” a casa de los difuntos y en el que se combina el temor y el respeto para honrar a los familiares que han fallecido.
Año tras año principalmente en los lugares donde se desarrollan las grandes culturas mesoamericanas, se prepara el retorno del espíritu de los difuntos al hogar donde vivieron; se improvisan altares domésticos con la comida, la bebida y objetos preferidos del fallecido y de esta forma pueda disfrutar de sus placeres preferidos, aunque sea por unas horas.
Estudiosa de este culto, que alcanza proporciones masivas en localidades de Tlaxcala: San Francisco Tetlanohca, San Pedro Tlacoapan, San Juan Totolac y San Nicolás Tenenati; en Oaxaca: Juchitan, Tehuantepec y San Pedro Hahuelutja; Santa Cruz de Juventino Rosas, Guanajuato y Mixquic, Distrito Federal, la psicóloga Lilian Schelfer consideró que es común decir que los mexicanos se ríen de la muerte, aunque en realidad se duele cuando fallece algún familiar y a través de ironía, la honra.
Señalo que en algunas localidades en la noche de los niños difuntos, las campanas de la iglesia repican durante el nocturno y en la de los adultos, doblan a duelo, como una señal que les indique el camino de regreso del panteón a sus poblados.
En otras comunidades se pasan la noche despiertos con velas y veladoras, “como si fuera el día de su fallecimiento y para demostrarle que aun se le recuerda, que aun se le siente entre los miembros de la familia que viven y así mitigar su soledad”.
Los veneradores de los muertos, para orientar a las ánimas que deben regresar por unas horas al mundo de los vivos, forma desde los panteones hasta los altares domésticos senderos de cempasúchil (palabra náhuatl que significa flor de 20 pétalos). En algunas partes en las primeras horas de la noche, se queman cohetes. Sin embargo en la mayoría de estos lugares es tradicional el copal (incienso mexicano) para dar la bienvenida a los difuntos.



En los altares se colocan figuras de santos y vírgenes, una fotografía del difunto y diversas imágenes rodeadas de flores de cempasúchil así como tamales, comidas varias, frutas, bebidas (generalmente pulque o aguardiente): todos reúnen una característica: son sumamente olorosos y al día siguiente, cuando pierden su aroma, se asegura que la esencia se la llevo el “visitante”.
Una variante de esta ceremonia se realiza en Oaxaca, donde los dolientes reciben comida después del fallecimiento del familiar, como una forma de resarcir en cierta manera la perdida del ser querido. A cambio, los dolientes deberán hacer lo mismo, cuando se encuentren en la misma situación otras familias.
Lilian Scheffer, explicó una de las posibles razones que originan esta veneración: “en algunas pares se considera que el muerto tiene su mayor cercanía con las divinidades (dioses y santos) y se le pide que intervenga para solucionar algunos problemas que se presentan en sus actividades. Una vez pasada la noche, los veneradores de muertos se dirigen al cementerio para limpiar y adornar las tumbas de los difuntos.
Desde el norte de San Luís Potosí, hasta el Río Bravo, estas ceremonias se concretan a la vista al cementerio y en las grandes ciudades, “al descanso que ofrecen esos días a los habitantes”, señalaron Cristina Suárez Farias y Beatriz Oliver Vega, del Departamento de Etnografía del Museo Nacional de Antropología.
Indicaron que la televisión ha contribuido a que en las grandes urbes metropolitanas se haya perdido esta tradición que calificaron de “única en el mundo”.
Dijeron que cuando los habitantes de las zonas rurales llegan a la gran ciudad para poder trabajar, aún mantienen sus costumbres de veneración a los muertos, pero se les dificulta realizarlas por problemas en el transporte y carencia de recursos económicos para adquirir los elementos necesarios.
Estas condiciones no obstan para que en altares modestos se siga el ritual, y en algunas colonias de las orillas de las ciudades se pueden encontrar elementos de la veneración.
La tradición de veneración de los difuntos nació en las culturas prehispánicas que se establecieron en la Meseta Central y en zonas aledañas. En ese tiempo, según las crónicas de Duran y de Sahagún, en los meses de Tlaxochimaco y Xocotl Huetzi (noveno y décimo del calendario) se realizaban dos fiestas: la Miccauilhui y la Huey Mi Acaelhuitl, que constaban de 20 días. La primera estaba dedicada a los difuntos infantes y la segunda a los adultos.
Al inicio de estos festejos, los habitantes traían un madero redondo y lo tiraban a la entrada de la población. Allí recibían las ofrendas, comida, bebidas (pulque) y se realizaban bailes. Las ofrendas eran complementadas con grandes racimos de flores de cempasúchil.
En el segundo mes, el madero se trasladaba al centro de la zona urbana, se colocaba verticalmente y en la parte superior se le integraba una figura de masa de nixtamal y se proseguían las ceremonias.
Las investigadoras dijeron que en el transcurso de las ceremonias se iban recordando cada uno de los 11 cielos y de los 9 inframundos que, según las grandes culturas prehispánicas, componían el lugar donde finalmente descansarían las almas de los difuntos.
Todo hacia asegurar que en 1521, al consumarse la conquista española, las tradiciones prehispánicas serían enterradas al igual que sus grandes centros religiosos. Sin embargo este culto logró sobrevivir.
Las antropólogas explicaron que los españoles también veneraban, aunque en forma distinta, a sus muertos, y las costumbres prehispánicas y españolas se fundieron en dos días del año: primero y dos de noviembre.

También coincidieron en apuntar en apuntar que en la conquista española las tradiciones se sintetizaron por lo que existen elementos a través de los siglos que se siguen utilizando en estos ritos, considerados por algunos sectores de la población como paganos por sus raíces indígenas.
“A pesar de la evangelización, los elementos de los ritos prehispánicos persistieron en la Colonia. Actualmente , cada grupo indígena tiene su propia forma especial para recordar a sus muertos”, dijeron.
Ahora, después de la penetración religiosa de los conquistadores ya no existen los 13 cielos y 9 inframundos, sino solamente un cielo, un infierno y un purgatorio.
Para las antropólogas Cristina Suárez y Beatriz Olivera, la razón que tienen los veneradores de muertos para realizar estas festividades, es la misma de la prehistoria: entregarles parte de las cosechas que se tuvieron en el ciclo agrícola, para pedir la protección del difunto en el próximo ciclo. “Se les considera a los muertos espíritus protectores de la familia”, subrayaron.
Existen otras manifestaciones populares para la veneración de los difuntos, como las calaveras de azúcar, de barro, cartón, representaciones de entierros que le “quita lo trágico y lo dramático a un acontecimiento inevitable, como es la muerte”, agregaron.
Tal vez uno de los artistas que mejor reflejan esta tradición mexicana sea José Guadalupe Posada, caricaturista de principios de siglo que internacionalizó a la muerte con su sombrero charro. Algunas variantes son las representaciones con mariachi, con botellas de tequila, entre otras.
La solemnidad con que se practica la veneración en las zonas rurales contrasta con las actividades de ciudades como el Distrito Federal, Guadalajara y Monterrey donde generalmente el “Día de Muertos” es la oportunidad para poder salir de viaje y descansar de la rutina cotidiana.
Señalaron que vestir de brujas y brujos a los niños para pedir dulces, o un dinero “para mi calaverita”, es la imitación de las costumbres de Estados Unidos con su “halloween”, desafortunadamente muy alejadas de las costumbres mexicanas basadas en una tradición de más de 5 siglos.
También los comerciantes tienen su lugar especial en estas fechas. Los panaderos incrementan los costos de las materias primas en la elaboración del tradicional pan de muerto. Las grandes tiendas lanzan productos de moda como escobas “supersónicas” para la “brujita más querida del hogar”, para que se le facilite de esta manera su recorrido por las calles.
Ajenos a estas manifestaciones “modernas” y vigilantes de la tradición, los residentes de las zonas rurales siguen trasmitiendo en forma oral y con ejemplo, el ritual sagrado del primero y dos de noviembre de recordar a los viajeros infinitos.

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